La autoestima, que es la valoración personal que cada individuo crea acerca de su valía, juega un papel crucial en nuestro bienestar emocional, nuestras conexiones interpersonales y nuestra capacidad para enfrentar los
obstáculos de la vida.
No obstante, en muchas personas —tanto jóvenes como mayores— esta percepción se ve afectada por factores sociales, familiares y personales, resultando en lo que se da a conocer como baja autoestima.
En este artículo, analizamos el verdadero significado de la autoestima, cómo su falta se presenta en diferentes etapas de la vida, cuáles son las causas más comunes y qué métodos pueden ser útiles para fortalecerla desde la perspectiva de la psicología clínica y educativa.
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¿Qué es la autoestima?
La autoestima es cómo una persona se ve y evalúa a sí misma. Implica sentirse digno, valioso, capaz de enfrentar dificultades y merecedor de amor y respeto. Nathaniel Branden, un autor destacado en este campo, describe la autoestima como “la voluntad de considerarse competente para afrontar los retos de la vida y merecedor de la felicidad”.
La autoestima se desarrolla desde la infancia mediante el contacto con figuras clave, como padres, cuidadores y maestros, aunque puede cambiar con el tiempo. No es algo fijo, sino que se forma, puede disminuir o aumentar dependiendo de nuestras vivencias, relaciones y autoimagen.
Señales de baja autoestima
Tener una autoestima saludable no implica pensar que uno es superior a los demás, sino mantener una perspectiva realista y compasiva sobre uno mismo. Por el contrario, una autoestima baja puede llevar a un ciclo de autoevaluación negativa, que tiene efectos emocionales, conductuales y en las relaciones.
Algunas señales comunes incluyen:
-Crítica interna constante (“no valgo nada”, “todo me sale mal”).
-Miedo intenso al fracaso o al rechazo.
-Necesidad de recibir aprobación de otros.
-Dificultad para rechazar peticiones o establecer límites.
-Evitación de desafíos o inseguridad al tomar decisiones.
-Sentimientos de no merecer amor o éxito.
-Perfeccionismo abrumador o sensación de ser un impostor.
-Problemas en las relaciones: dependencia emocional, celos, aislamiento.
Estas manifestaciones pueden ocurrir tanto en adolescentes como en adultos, aunque se presentan de manera diferente en cada grupo de edad.
La autoestima en la adolescencia
La adolescencia es un periodo clave para el desarrollo de la identidad personal. En esta fase, los jóvenes experimentan cambios significativos en lo físico, hormonal, cognitivo y social. La necesidad de ser parte de un grupo,
la búsqueda de aprobación externa y las presiones de modelos culturales (como las redes sociales, los estereotipos de belleza y el éxito académico o deportivo) afectan directamente cómo se ven a sí mismos.
Los adolescentes que sufren de baja autoestima pueden:
-Tener problemas para interactuar socialmente.
-Sufrir ansiedad, depresión o trastornos alimentarios.
-Sentirse diferentes, inferiores o “defectuosos”.
-Realizar actividades de riesgo (uso de sustancias, autolesiones, relaciones tóxicas).
Abandonar proyectos o no experimentar con lo nuevo debido al temor al fracaso.
El papel de los padres y educadores es fundamental en esta fase. La manera en que se corrige, se anima y se apoya a un adolescente puede desarrollar una autoestima fuerte o, sin querer, dañarla.
La autoestima en la vida adulta
Durante la adultez, la autoestima se ve afectada por diferentes aspectos: éxitos laborales, relaciones amorosas, crianza, comparaciones con otros y manejo del tiempo. Con frecuencia, la baja autoestima en adultos es poco obvia, ya que puede estar oculta tras un buen desempeño, exigencias personales o una apariencia de confianza.
No obstante, muchos adultos buscan ayuda psicológica por síntomas de ansiedad, depresión o insatisfacción general, que a menudo tienen su origen en una visión negativa de sí mismos. Algunas personas no se dan permiso para descansar, celebrar sus éxitos o establecer límites debido a la creencia interna de que “no son suficientes” o que deben esforzarse más para ser valorados.
La baja autoestima puede afectar la capacidad de disfrutar, tomar decisiones, salir de relaciones dañinas o alcanzar un desarrollo completo.
¿Qué provoca la falta de autoestima?
No hay una única razón. La autoestima se forma en la infancia, pero se puede ver influenciada por muchos factores a lo largo de la vida:
-Estilos de crianza: críticas excesivas, poca aprobación, sobreprotección o negligencia pueden disminuir la autoconfianza.
Experiencias de fracaso, rechazo o acoso.
-Compararse continuamente con estándares poco realistas, especialmente en redes sociales.
-Traumas de la infancia o relaciones.
-Ambientes muy competitivos o que invalidan a la persona.
-Mensajes culturales que asocian el valor personal con el logro, la belleza o la productividad.
También existen factores de temperamento (como el neuroticismo), vulnerabilidades biológicas y experiencias tempranas que determinan cómo cada individuo procesa los mensajes que recibe del entorno.
El efecto psicológico de una autoestima baja
Tener una autoestima baja no es solo “pasar un mal día” o “ser inseguro”. Puede transformarse en una vulnerabilidad que favorece el desarrollo o la persistencia de varios problemas de salud mental, tales como:
-Trastornos de ansiedad y depresión.
-Trastornos de la alimentación.
-Trastornos de personalidad (particularmente evitativa y dependiente).
-Síndrome del impostor.
-Dificultades duraderas en las relaciones interpersonales.
-Bajo rendimiento en estudios o en el trabajo.
Además, impide que la persona se reconozca como protagonista de su vida, lo cual influye negativamente en su motivación, su capacidad de cambio y su bienestar general.

¿Cómo se aborda la autoestima en la psicología online?
La buena noticia es que la autoestima se puede trabajar y potenciar en terapia.
Algunas estrategias frecuentes en el proceso terapéutico son:
-Identificar y cambiar creencias negativas sobre uno mismo.
-Entrenar en habilidades sociales y asertividad.
-Usar técnicas de autocompasión y mindfulness.
-Exponerse gradualmente a situaciones que se evitan por falta de seguridad.
-Investigar el origen familiar o emocional de los juicios internos.
-Trabajar en el diálogo interno y con la voz crítica.
Reconocimiento de logros reales y cualidades personales.
Es fundamental también promover grupos de apoyo, la comunicación de sentimientos y el cuidado personal como prácticas cotidianas que fortalezcan la autoconfianza.
Conclusiones
La baja autoestima no es un problema individual ni un destino inmutable. Es un indicativo de que debemos reencontrarnos con nuestro valor más allá de los éxitos, la apariencia o la opinión de los demás.
Tanto los jóvenes como los mayores pueden sacar provecho de un apoyo psicológico que les asista en entender el origen de sus inseguridades.
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