Durante las consultas, muchos hombres nos revelan con vergüenza algo que, en realidad, es bastante habitual: «No aguanto nada. Apenas toco a mi pareja y ya se terminó. . .
Lo expresan con voz baja, como si fuese un defecto de carácter, algo que los haría parecer menos masculinos. Pero no tiene que ver con eso.
Se trata de un proceso de aprendizaje, de ansiedad anticipada y de hábitos que pueden ser modificados a través de la terapia científica.
La eyaculación precoz (EP) es uno de los trastornos sexuales más comunes. Según diversas investigaciones, entre un 20% y un 30% de los hombres experimentarán este problema en algún punto de sus vidas. En ocasiones es algo puntual; otras veces, puede ser más persistente. Sin embargo, lo fundamental es entender que, desde la psicología científica, es tratable y tiene solución.
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¿Qué significa exactamente la eyaculación precoz?
Clínicamente, consideramos que un hombre tiene EP cuando experimenta eyaculaciones de manera persistente o recurrente con un periodo de latencia muy corto (normalmente menos de 1 minuto después de la penetración), sin poder controlarlo, lo que provoca un malestar psicológico o dificultades en su vida amorosa.
No solo se trata del tiempo en sí. También es crucial sentir que no se tiene control y que hay insatisfacción.
¿Cómo se puede entender esto desde la psicología?
Desde un punto de vista conductual y cognitivo, la eyaculación precoz puede ser vista como una respuesta que ha sido aprendida, mantenida por varios factores:
Condicionamiento clásico: En muchas ocasiones, los primeros encuentros sexuales (ya sea en solitario o con una pareja) ocurren con prisa, temor a ser descubiertos o con una gran excitación reprimida. El organismo aprende a «terminar rápido» como una reacción adaptativa, y esta se vuelve automática.
Condicionamiento operante: Si eyacular rápidamente alivia la tensión, el cuerpo «refuerza» este comportamiento. La próxima vez, se repetirá esta respuesta.
Ansiedad anticipatoria: Con el tiempo, surge el temor a que esto vuelva a ocurrir. Como sucede en muchas situaciones de la vida, cuanto más intentamos controlar algo que no debería ser forzado (como el orgasmo), más aumenta la ansiedad. Esta ansiedad acelera la respuesta sexual, creando un ciclo vicioso.
Falta de práctica en el control del reflejo eyaculatorio: El dominio de la excitación sexual no es algo innato, se puede aprender. Sin embargo, muchos hombres nunca han aprendido a reconocer las señales físicas que preceden al orgasmo o cómo manejarlas.
Aquí te presento el caso de Sergio (nombre ficticio)
Sergio acudió a la consulta a los 32 años. Había estado saliendo con una chica con la que tenía una buena conexión, pero cada vez que tenían relaciones sexuales, no pasaban ni un par de minutos. Él decía:
“Estoy tan preocupado por no eyacular pronto que mi excitación aumenta aún más. No disfruto, me bloqueo. Al final sucede, y me siento mal”.
Durante las primeras sesiones, discutimos su vida sexual. Cuando era joven, Sergio se masturbaba de manera rápida y oculta, temiendo ser descubierto. Nunca aprendió a detenerse, a prolongar el placer, ni a disfrutar de momentos intermedios. En sus relaciones más recientes, esa necesidad de “hacerlo bien” se transformó en una gran presión.
¿Qué acciones tomamos en terapia online?
Utilizamos un protocolo basado en el modelo cognitivo conductual, apoyado por muchos estudios (como el metaanálisis de McMahon y otros, 2005).
-Educación psicológica
Le expliqué a Sergio el funcionamiento del ciclo de la sexualidad masculina, la influencia de la ansiedad y por qué intentar controlar la situación con fuerza suele agravar el problema. Compartí investigaciones que muestran que entrenar el control del reflejo eyaculatorio es efectivo, y que él no estaba solo.
-Observación de sensaciones
Le pedí que, en su hogar, se observara durante la masturbación. Debería tratar de reconocer el “punto de no retorno”, es decir, ese momento en el que es demasiado tarde para volver atrás. Empezamos a que reconociera los niveles de excitación del 1 al 10.Así fue como comenzó a mejorar su conciencia corporal.
-Técnicas conductuales
Introdujimos dos enfoques conductuales tradicionales:
La técnica de parada y arranque: cuando notaba que su excitación se intensificaba demasiado (por ejemplo, a un 7), debía detenerse, respirar, esperar a que disminuyera a un 4, y luego continuar. Esto le ayudó a practicar el control voluntario.
La técnica del apretón: aunque la utilizamos con menos frecuencia, también aprendió a presionar la base del pene justo antes de alcanzar el orgasmo para ayudar a controlar la excitación. Esta técnica requiere tiempo para dominarse y no todos los hombres se sienten cómodos con ella, pero puede ser beneficiosa como parte del entrenamiento.
-Enfrentamiento a temores
Sergio temía al “fracaso sexual” y al juicio de su pareja. Por eso, trabajamos la exposición imaginativa a esas situaciones, junto con técnicas de reestructuración cognitiva. Le ayudé a identificar pensamientos como:
“Si sucede, ella se decepcionará”
“Debo hacerlo perfecto cada vez”
Y los cambiamos por creencias más realistas y útiles:
“Tener un problema no reduce mi valor”
“Estoy aprendiendo y esto toma tiempo”
-Mindfulness aplicado a la sexualidad
Le enseñé ejercicios de mindfulness corporal, que facilitan dirigir la atención hacia el presente, concentrándose en las sensaciones físicas sin emitir juicios ni anticiparse. Esto resulta muy eficaz para escapar de la mente crítica y volver a conectarse con el cuerpo.
-Trabajo conjunto con la pareja
Cuando Sergio se sintió listo, comenzamos a incluir lentamente a su pareja en los ejercicios. Lo hicimos en etapas: primero con juegos de contacto sin penetración, después con más interacción controlando el ritmo y la respiración. El objetivo era crear experiencias positivas, reducir la presión y volver a disfrutar.
¿Qué ocurrió después?
Después de aproximadamente diez sesiones, Sergio ya no experimentaba episodios de EP en la mayoría de sus encuentros. No era que estuviera “aguantando más”, sino que su ansiedad había disminuido y había aprendido a regular su excitación. Contó con el apoyo de su pareja, lo cual fue fundamental.
¿Qué revelan los estudios?
Las terapias cognitivo-conductuales han demostrado ser efectivas, incluso más que los medicamentos a largo plazo.
El tratamiento normalmente requiere entre ocho y doce sesiones, combinando técnicas de control, reestructuración de pensamientos y trabajo en pareja.
En situaciones difíciles, puede combinarse con ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina), pero siempre con supervisión psicológica.

Conclusiones
Si te reconoces en esto, el primer paso es dejar de pensar que “tú eres el responsable” o que “no hay forma de solucionarlo”. Hay una solución.
La eyaculación precoz no es un destino inevitable, sino un comportamiento aprendido que se puede cambiar con apoyo profesional.
No es necesario “ser un especialista en sexualidad”, solo necesitas conocer cómo opera tu cuerpo y tu mente, y aprender a hacer que trabajen en conjunto.
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